La música vale la pena en sí misma
PBS NoticiasHora publicó un segmento fascinante sobre cómo reacciona el cerebro humano al estímulo de la música. Después de leer Al leer la transcripción en línea, noté varios enlaces a otros sitios que discuten las aplicaciones no musicales de la música en áreas como la salud mental, el desarrollo de habilidades matemáticas y la activación de la parte del cerebro que hace que uno experimente placer con el chocolate y el sexo.
Aunque encuentro que muchos de estos estudios son interesantes y esclarecedores de leer, me pregunto cómo nosotros, como músicos y educadores, a veces los utilizamos para promover nuestros deseos de mantener la música en el primer plano de la vida de los estudiantes. Sé que, como profesor, he sucumbido a ese impulso de compartir ese material con los padres de mis alumnos para demostrar el valor de invertir en música para sus hijos. He copiado artículos de hallazgos que relacionan las puntuaciones más altas en los exámenes con los estudiantes con antecedentes musicales. He compartido historias anecdóticas que relacionan la formación musical con el éxito económico: casi la mitad de mis compañeros de orquesta de pregrado se dedicaron a carreras en medicina, ingeniería y otras ciencias.
¿Por qué tenemos que justificar la presencia de la música en nuestras vidas? Más concretamente, ¿por qué intentamos demostrar su valor extramusical en la educación, en lugar de valorar la educación musical por sus propias cualidades inherentes? Parece que en nuestra cultura existe la sensación no expresada de que, si bien está bien participar en la creación musical, no está bien hacerlo en lugar de otra cosa o antes de ella. Conozco más de un caso en el que un profesor tuvo que disipar los temores de los padres de que sus hijos pudieran acabar en la calle si asistían a la banda de jazz en lugar de esa clase adicional de AP. De manera similar, los consejos escolares y los administradores a menudo obligan a los educadores musicales a modificar su plan de estudios para integrar otras materias, desde matemáticas hasta historia y química.
La música no es la única víctima, ya que otras artes también están siendo relegadas a un segundo plano. Parece que, en el frenesí de nuestro país por ser competitivo en el mercado global, los gobiernos y las instituciones están abogando frenéticamente por el predominio de las materias básicas en nuestras escuelas con la ingenua suposición de que si toda nuestra población es competente en los conceptos básicos, podemos superar al resto del mundo en prosperidad económica. Sin embargo, ¿están estos esfuerzos creando una generación que carece de conciencia de su cultura en su conjunto? ¿Están creando una población de trabajadores del Pan Maravilla, capaces de hacer su trabajo, pero incapaces de pensar o participar en sus comunidades más allá de ellas? Al igual que el pan, puede que tengan nutrientes esenciales, pero carecen de la verdadera riqueza, textura y complejidad necesarias para crear una comida satisfactoria.
Así pues, aunque aplaudo el estudio de la música y su relevancia para otros campos, me preocupa cómo se utilizan estos datos fuera de la investigación de la que proceden. La historia tiene precedentes de uso de la ciencia para dictar políticas sociales. Si no tenemos cuidado, la forma en que los músicos aplicamos estos estudios a nuestro trabajo puede perjudicar nuestra posición en la cultura, ya que puede perpetuar inconscientemente la idea de que la música no puede sostenerse por sí sola.